Los actos de una persona solo son virtuosos si se hacen con recta intención. Piensa qué motivos empujan a tus hijos a estudiar, a ayudar en casa, etc. Si estos son motivos rectos, no dejes de decírselo y de elogiarles por ello: se lo mercen. Y tú cuélgate una medalla por ello.
Al ejercer la autoridad sobre tus hijos, piensa que estás cumpliendo un deber irrenunciable. Si no lo ejerces, no estarás educando eficazmente a tus hijos. Estos, para poder madurar y desarrollarse como personas, necesitan tener a unos padres exigentes.
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